viernes, 30 de octubre de 2009

Al Faro (I)


******


Al llegar, lo primero que vi fue el andén vacío. El tren desapareció, y con él todo rastro de modernidad. En vano intenté buscar algún ser vivo. Sólo mi reflejo en la ventanilla del despacho de billetes me devolvía la mirada y, colgado de ésta, un sobre con mi nombre. Gran recibimiento. Dentro, una llave y una dirección. Dejé la estación y todo seguía igual. Nadie. Nada. Caminé un buen rato por un sendero. Un cartel maltratado por el tiempo marcaba mi ruta. Al faro, esa era toda la información. Caminé unos veinte minutos. El paisaje cambió de árida tierra a verde. Un pequeño bosque de galería dejaba paso a una senda más pedregosa, y ahí estaba, imponente, sobre roca, al borde del acantilado, acunado por la brisa del mar. Saqué la llave. La cerradura giró. Sonó a queja. En el interior todo era oscuridad. Al abrir las contraventanas, el sol me hizo partícipe de la realidad más dura: años de abandono, polvo, herrumbre…

Sí, imponente por fuera, pero por dentro…. Jamás pensé que pudiera verme reflejado en un sitio así, pero era la verdad. El faro necesitaba una buena puesta a punto, y yo también. Cerré los ojos. ¡Dios! ¡Qué sólo me sentía…!

Este fue mi primer día.
Día en el que decidí empezar de cero.

Loli

4 comentarios:

  1. Es una historia atrayente. Espero que continue :)

    Un beso

    ResponderEliminar
  2. Se hará lo posible :)

    Otro beso, para ti

    ResponderEliminar
  3. conmovedor, sutil, sensible y esperanzador. Me gusta la historia. Espero que continues. Nos vemos.

    ResponderEliminar
  4. Hasta el más sencillo y pequeño de los faros es imponente, su misión es tan importante que puede mostrarse orgulloso y altivo. Siempre mirando las aguas oscuras de la noche y lanzando su mágica luz al horizonte.

    ResponderEliminar