Paseaba con su perro y escuchó, a través de una ventana, la voz de un hombre. Una voz joven y hostil.
- Ya estoy harto de que siempre me digas que no hago nada bien. Siempre reprochándomelo todo... No puedo más.
No es que quisiera oír la conversación, que parecía ser teléfonica al no haber contestación y haber pausas entre unas frases y otras, pero su perro se resistía a subir a casa.
- Esa puta, como tu dices, me hace feliz, así que se acabó. Te quedas con tu niña y...
Lo que al principio le produjo curiosidad, luego se convirtió en una necesidad de salir huyendo. No quiso escuchar más. Hubo un momento en su vida en que también pareció que todo se iba a pique, y se sufre.
Subió las escaleras pensando que a veces no nos damos cuenta que en muchos casos de situaciones de infidelidad, fuimos los primeros en dar los primeros pasos.
Lola
Somos tantas veces partícipes -sin querer- de conversaciones ajenas... Y la que muestras en tu relato es tan triste y, a la vez, tan posible...
ResponderEliminarUn placer pasar por tu casita. Con tu permiso, me quedo por aquí. :)
Besos y buen finde, Lola.
Muy bueno Lola. veo esa falta de pudor de tanta gente al responder o realizar llamadas en público o esa idiotez que nos entra cuando hablamos por teléfono, que pensamos que solo nos escucha el interlocutor telefónico y no, nos escucha quienquiera que esté cerca.
ResponderEliminarBesos.
Así es Lola sin querer escuchamos conversaciones ajenas, es lo que tiene utilizar el teléfono en publico, hay veces que dan ganas de aplaudir o como tu protagonista de salir corriendo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Soy de las que se siente muy incómoda escuchando las conversaciones ajenas, más las hostiles. A veces es involuntario participar de los dramas ajenos...y muchas veces se reviven los propios.
ResponderEliminarUn abrazo
Es inevitable escuchar algunas conversaciones... y lo bien que nos viene algunas para escribir buenos relatos :)
ResponderEliminarUn beso.
Una conversación que se escucha al pasar pero que nos atrae, será porque muchas veces escuchamos algo que nos hace sentir tocados, y nos enfrentamos a eso o salimos corriendo para escapar de la realidad.
ResponderEliminarMuy buen relato, corto y conciso.
Un abrazo.
Aunque no lo pretendamos muchas veces escuchamos conversaciones que no nos incumben, pero también muchas veces sabemos que quizás escuchemos algo que no nos gustaría oir ni tampoco saber. Buen acercamiento.
ResponderEliminarUn abrazo
Hay veces que se oyen cosas que es mejor no oir. besos
ResponderEliminarA veces oimos cosas que no queremos oir; pero el teléfono es lo que tiene, se tiene que subir un poco el tono, y si se está enfadado no te digo más. Desde luego que en casos como éste, se pasa mal.
ResponderEliminarUn abrazo, me alegro verte otra vez por los jueves
y en el fondo, muy en el fondo, tanto que es en la superficie...apenas si nos interesa las miserias de los demás como dice su hermana de usted...pero...pero...esas miserias siempre acaban por hacernos ver qué tipo de gente que somos para con el ajeno y para con nosotros mismos...
ResponderEliminarmedio beso, loli.
No hay mayor secreto a voces que aquel que se manifiesta a través de un movil. Son muchos los que se empeñan en torturarnos a la vez que nos hacen partícipes de sus miserias, de sus alegrías, de sus penas, etc. etc. etc.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Lola.
uff.... tremenda conversación... para salir huyendo de ahí! un beso!
ResponderEliminarCuando la conciencia propia se encuentra dormida, a veces, los demás te la recuerdan.
ResponderEliminarUn abrazo.