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Creo que ya en otra ocasión dije que trabajaba en un centro para enfermos de Alzheimer.
Esta sería una de las muchas historias desde el corazón.
Esta sería una de las muchas historias desde el corazón.
La verdad, es que no sabemos mucho de nuestros abuelos. Los aseamos, los vestimos, los alimentamos, cuidamos de que esten cómodos y les damos cariño.
Calculamos su edad e imaginamos la vida que han podido llevar. Pocas veces nos atrevemos a preguntar a sus familiares.
Algunos llevan muchos años con nosotros y hemos visto como la enfermedad les ha ido ganando batalla, y nos cuesta asimilarlo.
Pocos son los que pueden recordar algo de lo que fueron o tuvieron en sus vidas. La mayoría estan en fases avanzadas de la enfermedad y no hablan, pero sienten. Una mirada o una sonrisa, cuando les hablas o les acaricias, vale más que mil palabras.
A todos los cuidas y los respetas, pero siempre hay alguno que te llega más al corazón que otro y entonces... entonces lo mimas.
María, imagino, tendrá unos setenta y tantos años, pelo blanco, piel clara y un rostro hermoso.
Una fotografía, de una joven morena de pelo largo y ondulado, sonriendo, sobre la mesita de noche de su habitación, nos recuerda lo bella que fue en su juventud y, a pesar de los años, sigue conservando esa sonrisa que ilumina su cara.
Tiene un armario repleto de ropa bonita y elegante, y un marido e hijos que la visitan diariamente y que demuestran cuanto la quieren.
Pocas palabras salen de su boca y estas son casi inaudibles, pero sí hay miradas de agradecimiento.
-No llores, María, que ya mismo estas limpia y guapa.
Trato de tranquilizarla, y comprendo sus lágrimas de impotencia, sus preguntas de por qué está así.
En la sala de visitas, sentada en su silla de ruedas junto a su marido y su hijo, siguiendo atenta sus palabras, representa una escena encantadora.
Me quedo mirándola e imagino momentos en su vida; bañandose en el mar, siendo niña; su primer beso de enamorada; vestida de blanco, camino hacia el altar el día de su boda; abrazando a su hijo recién nacido; aquel vestido verde agua, con la que se sentía tan guapa; ese viaje a Asturias...
Mira hacia un lado, me busca, parecería que ha adivinado mis pensamientos.
No puedo evitar acercarme, le cojo la mano, la beso en la frente y le susurro al oído: Te quiero, María, y ella me regala una sonrisa.
Lola
Trabajar en un lugar así debe hacer pensar, por un lado, lo injusto de la vida, y por otro debe proporcionar muchos momentos divertidos y tiernos.
ResponderEliminarMe ha encantado tu relato, hermana. Eres estupenda, preciosa.
Te quiero
Mari Carmen
Lola y Mari Carmen, tanto monta monta tanto, pues sí da qué pensar, pero mientras sucede la vida imprevisible y a María y a tantos y tantas los y las deja en el vacio, pero no del todo, porque se la peina, la visitan, le tienden una mano y le dan un beso...¿podemos adivinar ni de lejos lo que siente? Una cosa es segura, queda el calor de esa mano, hermoso y nada fácil trabajo. Besitos a corazón abierto.
ResponderEliminarRelato que entiendo como si lo hubiera escrito yo misma. Muchas veces echo de menos estar de nuevo trabajando, sintiendo el cariño de los abuelos y mimando a ese que te ha robado el corazón y que deseas cuidar como si fuera tuyo. Un beso.
ResponderEliminarUn relato muy emotivo y sentimental; ojalá todos tuviéramos siempre esa mano que nos atienda, y nos haga sentir ese cálido apoyo.
ResponderEliminarOjalá hubiese más gente dedicada al cuidado de ancianos que se entregue con semejante amor y dedicación!
ResponderEliminarMuy emotivo relato.
Un abrazo.
Cuanto te entiendo, yo tengo mi madre igual, está casi siempre en la cama, poco a poco a perdido el habla, sólo me mira y yo quiero adivinar lo que piensa, si es que aun lo hace. También está en una residencia y yo admiro a las que como vosotras os dedicais a cuidarlas. Hacéis una labor que no tiene precio, y muchas veces les doy las gracias por todo lo que hacen por ella.
ResponderEliminarGracias por todo lo que haces por esas personas
Un beso
Lola el trabjo que realizas no tiene precio, yo durante cuatro años entable relación con un centro así y realmente es una labor encommiable. Como dices hay enfermos que no hablan pero sienten y con una mirada pueden contarnos tantas cosas. Me has emocionado mucho, sobre todo he recordado esos años y cuanto amor y complicidad surgió.
ResponderEliminarUn abrazo.
Para realizar un trabajo así hay que tener un gran corazón, debe ser muy difícil a veces y otras veces gratificante. Lo importante es que tu texto habla de amor, de todos los tipos que uno pueda imaginar, amor al prójimo, a los ancianos, amor de familia y amor por lo que hacés.
ResponderEliminarUn abrazo enorme.
Lola tu relato me ha henchido el corazón de orgullo. Por ser como eres. ¡Ojalá! hubiera muchas como tu en en ese sitio y en otros similares o en la vida en general. Me da pena porque pienso que es la excepción, por desgracia.
ResponderEliminarMe ha gustado ver lo que hay en tu corazón.
Besos y gracias por participar.
Hay corazones, como el tuyo, como el de tantas cuidadoras por vocacion, que me dejan sin palabras. Si mi voz sirve de algo, quiero darte las gracias en nombre de tantos, tantos enfermos de alzeimer.
ResponderEliminarUn abrazo
Muy bonito, muy bien contado, Lola. Llega mucho. Esas personas tienen dentro mucho y tu lo buscas, lo muestras.
ResponderEliminarUn beso.
Buenas, Lola venía buscando tu relato de brujas y me he encontrado esta entrada que es especial y no había leido (lo siento, voy un poco mal de tiempo estos días), me has traido recuerdos, aunque los mios son infantiles, conozco esas lágrimas y recuerdo su fina piel y sus suaves manos, al menos me queda pensar que cuando me sentaba horas con ella en el patio ella me sentía al lado de ella.
ResponderEliminarMe has emocionado, gracias por lo que das...
Besos