domingo, 27 de noviembre de 2011

Nuestros abuelos

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La mañana ha amanecido estupenda, como el resto del fin de semana que, para bien mío, lo he tenido libre.

Me gusta pasear con mi perro. Durante tres cuartos de hora disfrutamos de un paseo agradable por mi barriada y los alrededores, viendo a otras personas que hacen lo mismo, que en el parque toman el sol, que ven jugar a sus hijos o nietos, o que en una cafetería desayunan.

La ciudad se viste de luz y de sonidos agradables, en esta jornada festiva.

Unos de los lugares por los que pasamos, es un centro para mayores. Me gusta, no esta amurallado como el centro donde yo trabajo, sino que lo rodea una valla de rejilla, con lo cual te permite ver las tres partes que forman el edificio y un patio con jardines, que rebosan de rosas rojas.

Es agradable ver sentados a los abuelos con sus familiares tomando el sol. Es una escena que me da tranquilidad.

Hoy me ha sorprendido ver a unos de los abuelos que, metido en el césped con su silla de ruedas, permanecía de pie junto a la valla, y con una moneda de cinco céntimos, sacó su mano y me dijo:

- Pepiiii, ¿donde puedo comprar un café?

- Díselo a las niñas (las auxiliares) - le respondí.

- ¿Las niñas?, las niñas son unas guarras que no me dan ni agua.

Seguí mi camino pensando en que sé mucho de estas respuestas. Este abuelo, después de un baño o una ducha, trás levantarse, habrá desayunado y, según la hora a la que pasé, se habrá tomado un vaso de zumo o de limonada. Lo que no entiendo es que hacía ese hombre solo, sin vigilancia. Y no es la primera vez que veo abuelos solitarios, paseando por el patio, sin familiares, sin un auxiliar a su lado, en este centro.

Y pensé en nuestros abuelos, los que cuidamos cada día. A los que en nuestras horas de trabajo son nuestro mundo; a los que tenemos que cuidar, guiar, tranquilizar, mimar.

Pensé en mis padres, en que se me están haciendo mayores, sin darme cuenta, y en disfrutar de su compañía todo lo que pueda, y en darles todo el cariño y cuidado que se merecen.

Lola


4 comentarios:

  1. Me encanta esta reflexión, hermana. Ya me gustaría a mi vivir más cerca, para poder ayudarles en lo que necesiten. Me queda la tranquilidad de saber que tu estás junto a ellos, y que yo les hablo casi todos los días.

    Por cierto, ¿has visto la convocatoria de Gus? Voy a poner su blog aquí, para que veas tú también sus convocatorias. Te va encantar lo que ha propuesto para el jueves próximo.

    Un abrazo, guapa.

    Mari Carmen

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  2. La experiencia que he tenido visitando geriátricos ha sido espantosa. Mal atendidos y olvidados por sus familias los pobres sólo aguardan morirse en un rincón. Sería mucho más digno si por aquí también se les diera el trato que nos describes.


    Saludos!

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  3. Tuve ocasión de conocer una residencia por dentro. Tiene mucho tema, mucho que contar, que sentir.Gente con vidas llenas y cuerpos en retroceso, interesantísimo.
    Si quieres, cuenta algo más.
    Besos.

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  4. Es triste hacerse mayor, y si se pierde la cabeza más. Hemos de intentar cuidarlos y estar por ellos aunque estén en una residencia, no hay que olvidarlos.
    Un abrazo

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