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Como todas las mañanas, después de un buen aseo y un buen desayuno, la familia pingüino salía a tomar el sol. Se ponían todos en fila, porque ellos eran muy ordenados, nada de amontonarse, no, y así podían ver cómo iban llegando unos - no sabían de qué especie - animales que todos los días pasaban por allí.
Unos eran altos y otros eran pequeños. Los había gordos y más delgados. Algunos más jovenes y otros más viejos. Pero todos, todos, eran igual de escandalosos.
Llevaban una especie de piedra pequeña y rectangular, que podía ser de varios colores, negra, blanca o rosa... con la que se acercaban a sus cabezas, y después de unos segundos, salía un destello y un ruido, que sonaba a un click.
Los pingüinos se divertían al ver aquellos animales tan curiosos, hasta que se cansaban de escuchar tanto jaleo y se iban a bañar. Eso sí, uno a uno, y luego vuelta a la fila, porque ellos eran muy ordenados...
Los pingüinos se divertían al ver aquellos animales tan curiosos, hasta que se cansaban de escuchar tanto jaleo y se iban a bañar. Eso sí, uno a uno, y luego vuelta a la fila, porque ellos eran muy ordenados...
Lola
Realmente fué divertido y verídico, puesto que,mientras tomaba estas imágenes, había una familia, al lado nuestro, con cuatro chiquillos y la madre, gritaba a los pingüinos, " Vamos al agua, al agua... ", ellos, con su andar torpe, nos miraban, con la misma curiosidad que nosotros a ellos
ResponderEliminarUn beso
Gracias :)
Qué divertida entrada. Podría ser un cuento para niños. Y para no tan niños. Un beso amiga.
ResponderEliminarYo los vi en santander y siembre digo son unos bichos raros rarosssssssssss, un abrazo
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