Mari y Loli Polo
sábado, 25 de diciembre de 2010
miércoles, 22 de diciembre de 2010
El sol se ocultó...
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lunes, 20 de diciembre de 2010
¡FELICES FIESTAS!
Y ahora que estamos en Navidad, cómo no entrar en su casa y buscar ese arbolito y verlo adornado con sus bolas, azules, verdes, rojas y doradas, sus cintas celestes, verdes y plateadas... Nuestros adornos de toda la vida, los que nos han visto celebrar año tras año, la Navidad.
Recuerdo a mi hermana Mari poniendo el árbol, un pino que traía mi padre, las bolas de colores, las cintas... Un belén recortable, pegado en la pared, unas cintas encima del televisor y ese portal de belén metido en un botijo...
En casa tenemos un árbol grande, decorado ricamente con bolas rojas, lazos plateados y luces de colores, que con el tiempo mis hijos recordarán, como yo el de mis padres, porque en cada bola, y en cada cinta, esta reflejada mi niñez. Encierran, la felicidad de aquellos días.
Loli
sábado, 18 de diciembre de 2010
Nori
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Disfrutando de 15 días correspondientes a mis vacaciones del año. Frío, un frío al cual no estamos acostumbrados por estas latitudes.
Llevo todo el día encogida...
Ayer por la noche, hablaba con mi hija por messenger. Me contaba, que...
¿Sabes que hoy nos hemos encontrado un pájaro en el pabellón? Estaba herido
Lo hemos llevado al veterinario, frente a mi casa
y cuando lo ponía recto, se caía.
No tenía equilibrio,
estaba en estado de shock
Y se quedó con nosotras.
Le compramos vitaminas
y se las dimos.
Lo pusimos en el balcon
Y esta tarde... voló,
se curó.
yo le había puesto ya nombre
Nori
gordo y negrito.
Y nada...
nos dejó.
NORIIIIIIII...
Porque era negro entero,
noir, que es negro en francés.
Y además, que Mavi lo vió,
que se echo a volar
desde la caja.
No se despidió de mi.
NORIIII...
No se despidió de mi...
Me pareció una bonita historia para contar, así, como si fuera un cuento de navidad.
Loli
miércoles, 15 de diciembre de 2010
Cartas en Diciembre
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Hay días, como estos del mes de diciembre, que el corazón me vuela desaforado y no soy capaz de ponerle coto a sus ligerezas. Campanas me repican de la cabeza a los pies y ni siquiera los fríos, las nieblas o las escarchas que cubren los campos me disuaden de pensar que este mes es el más brillante del año. Tanto brillo tiene que diríase que son varias las estrellas que dejan su hueco en el firmamento para venir a pasear entre nosotros, alegrando mis días y mis noches.
Diciembre es, pues, brillante, y es deslumbrante como la purpurina plateada que recubre mis sueños; tan luminoso como el fuego asombrado que chisporrotea en los ojos de los niños; tan fulgurante como los milagros que no se esperan y nos inundan el alma de lágrimas de alegría.
Diciembre es cálido a pesar del abrazo gélido del viento o de la nieve que muerde nuestra carne y la piel de la tierra. Y es en este mes de la Navidad cuando a mi me gusta sentarme a escribir las cartas que no se escriben durante el resto del año. No hay mucho tiempo para escribir como se hacía no hace tanto tiempo. Las prisas, siempre las prisas, el afán de lo inmediato, nos está privando de recibir hermosas misivas y enviar nuestros pensamientos plasmados en tinta azul, pero nada como abrir un sobre y ver cómo, en forma de palabras, el alma de esa persona querida se nos ofrece, invitándonos a seguirla en los que nos quiera contar de su vida.
Me gusta enviar cartas. Me gusta recibirlas. Tienen un toque mágico, un olor especial, y siempre, siempre, nos hacen sentir más cercana a una hermana, unos padres, una amiga...
Mari Carmen
lunes, 13 de diciembre de 2010
Piñas y Piñones
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En la cocina, nuestra madre encendia el fuego con ramitas y serojas. Cuando el fuego era todo lenguas rojas y amarillas, colocaba sobre la placa de hierro las mondaduras de una naranja, llenando la pequeña estancia del perfume del azahar. Una vez difuminado el aroma de las cáscaras, se adhería a nuestra piel otro olor más profundo: el de la resina, fuerte, untuoso, penetrante. Nuestro pelo, en esos momentos, despedía los efluvios de un bosque bendecido por el rocío, del musgo empapado en la luz de las estrellas, de los líquenes eternos como la tierra. Era inevitable pensar en el crujido de las agujas secas bajo nuestros pies, aquel sonido familiar que era tan parte de nosotros como lo eran la risa, los arañazos y los padrastros.
Había días en que los dioses incluso jugaban con nosotros y nos buscaban igual que nosotros buscábamos las mejores piñas para abrir sus escamas, para arrebatarles su tesoro, los piñones, que allí mismo, a pie del árbol, piedra contra piedra, partíamos, extrayendo su blanco corazón, masticándolo, saboreándolo, como el manjar más extraordinario.
Tuvimos jornadas en que los dioses fueron de todos nuestros aliados, los mejores. Fueron días gloriosos de piñas y piñones...
Mari Carmen
domingo, 12 de diciembre de 2010
Primeras Nieves
La primera nevada fue un hallazgo luminoso, desconcertante, mágico. El frío no, que de frío ya sabíamos, y a conciencia, pero éramos completamente ignorantes respecto a la nieve. Por eso, cuando nos encontramos frente a frente con aquella sábana blanca que cubría la tierra, nuestra primera reacción fue... quedarnos con la boca abierta, y después, gritar de contento como el que pregona el mejor de los descubrimientos. Y correr a la calle para empaparnos de ella, de su blancura, de su sabor, de su dolorosa frialdad.
Nuestros amigos no entendían tanto alboroto... sólo es nieve... nos decían... Y era nieve, sí, pero nunca habíamos hundido nuestros dedos en su mullida suavidad, y tampoco nos habíamos lavado la cara con ella hasta dejarnos la piel enrojecida.
Sólo es nieve... nos gritaban, pero nosotros apretábamos la nieve entre nuestras manos, formando bolas inmaculadas en las que queríamos leer nuestro futuro. Más... no podía ser. La nieve terminaba resbalando entre nuestros dedos, gota a gota, igual que con el tiempo fueron deshaciéndose tantos y tantos sueños que jamás llegaron a cuajar. Igual que aquellas nieves primeras que al poco de caer perdían su blancura y se convertían en agua, nada más.
Mari Carmen
sábado, 11 de diciembre de 2010
Los Regalos
viernes, 10 de diciembre de 2010
El Árbol de Navidad
Mari Carmen Polo