Me encanta el teatro, para mí es un lujo poder asistir a una
obra de teatro de vez en cuando, y si es en nuestro gran teatro Falla, el placer es doble.
Cuando comienza la temporada de teatro, elegimos lo que
queremos ver, según nuestras preferencias. Este viernes pasado veríamos "El padre", con
Hector Alterio, de Florian Zeller.
Como compramos las entradas por internet, tres meses antes,
para coger los mejores sitios, lo cierto es que ni me acordaba de qué trataba la obra,
aunque sí debió de gustarme el tema para elegirla.
Mi marido me comentó sobre la entrevista que habían hecho al
protagonista de la obra, en el Diario de Cádiz, la cual no tuve tiempo de leer,
pero el tema iba sobre el alzheimer, algo tan conocido para mí, por mis años
trabajados en un centro especializado en tal enfermedad.
Ya sentados en nuestra butaca, y hecho un breve repaso a la
sipnosis de la obra en un folleto, tan solo quedaba esperar a que salieran los
actores a escena.
Es fácil encariñarse con Andrés, el padre, de ochenta y tantos
años y con mucho "caracter", que quiere mantener su autonomía a toda
costa, sin ayuda de nadie, pero también están sus olvidos y confusiones, que a
pesar de lo trágico, desencadenan momentos de risa.
Otro de los protagonistas de la obra es la hija, cuyo afán es cuidarlo, no dejarlo solo, sintiendo la
desesperación ante la negativa del padre y luchando por el derecho a vivir su propia vida, en una situación que la ahoga.
La hija, el yerno, la cuidadora, la enfermera, son todos personajes
que forman parte de la obra, donde las escenas se suceden, a veces confusas. Escenas que
se enredan y se repiten y acabas con el mismo desconcierto que el protagonista.
Me reí y también lloré, y bastante. Era inevitable. Es un
gran drama muy cercano a todos. Te identificas con el padre y con la hija pues hay momentos muy
emotivos. Afortunadamente, me llevé pañuelos. Y a pesar de las lágrimas, me encantó.
Y recordé momentos vividos, porque conocí muchos padres (y
madres) como Andrés, encerrados en un hogar que no era el suyo, aunque en el
suyo se hubieran encontrado perdidos igualmente. Les oí contar sus recuerdos,
los pocos que les quedaban. Les recordé sus nombres cuando no sabían quienes
eran. Les consolé cuando me preguntaban por sus madres y se preocupaban por
sus hijos. Me angustié con sus pesares.
Me hicieron reír muchas veces con sus ocurrencias, me dieron
su cariño, sus consejos y sus abrazos. Siempre los traté con el máximo respeto, todo aquel que se
merecían.
Para nosotros se acabó por esta temporada el teatro. Ahora
habrá que esperar al mes de agosto y ver que nos ofrecen.
Ahora huele a primavera, a azahar, a incienso y a Semana
Santa. Suben las temperaturas, anochece más tarde y no faltan las
ganas de pasear por el parque y por nuestras playas.
Llega la primavera, mi estación favorita, con temperaturas
más altas de las que debería haber, pero aquí estaremos, disfrutando todo lo que podamos.
Lola
Lola
Graciaas, guapa. Feliz semana.
ResponderEliminarBesos