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Termina la jornada de trabajo. Camino a casa, esperando encontrar aparcamiento.
Con un sabor amargo después de saber que las cosas no cambiarán, que no habrá igualdad para todos en los turnos de trabajo, que seguirá el favoritismo, ¿a cambio de qué?, todos lo sabemos. Cambios de turno por necesidad de empresa, un te cambio una mañana a ti para ponerselo a él, y a ti te pongo jornada partida, (que te hace pensar, para qué coño me dan una planilla del mes). Todo esto hace que te enfrentes a tus propios compañeros. Nos manejan a su antojo, creando malestar entre nosotros.
Una voz que te dice, confía, hace que te agarres, de nuevo, al tren de la esperanza, cuando todo lo das por perdido.
Reconforta ver a tus hijos y a tu perro que te reciben con alegría. También la comida de mamá, que todos los sábados cocina para nosotros: Albóndigas en salsa (no hay nadie que las haga como ella), patatas fritas con tomate, revuelto de acelgas con ajitos y tortilla de patatas, conforman el menú de hoy, que te hace olvidar el mal rato por un momento, para deleitarte el paladar.
Sentada en el sofá, escribiendo estas palabras, y ante un taza de té, sonrío, porque la mañana pasó rápida, entre risas, haciendo de celestinas de una compañera. Separada desde hace unos años, ha conocido a un hombre, profesional de medicina, no alto como le gustan a ella, no, un hombre normal. A pesar de ser español tiene un acento argentino por haber trabajado allí muchos años, culto, educado. Hecho para ti, le aseguramos, mientras nos niega riendose. Sacándole todo lujo de detalles, desde qué ropa llevaba, de qué hablaron, dónde fueron, qué comieron y qué le dijo al despedirse en su primera cita y planeándole ya la siguiente.
No solamente compartimos nuestro trabajo, compartimos nuestras vidas. Nos alegramos de nuestras alegrías y lloramos nuestras penas, y todo ello dentro de un mundo donde los recuerdos se fueron borrando, un mundo de vidas perdidas, que nosotras cuidamos para que lo que les quede de existencia, sea lo mas digna posible.
Al llegar esta mañana, tan temprano que nuestros ojos aún recordaban la almohada, nos dijeron que María, una de nuestras abuelas, ya no estaba con nosotros. Hablé de ella, en uno de mis relatos de los jueves. Su bonita sonrisa siempre formará parte de mi vida.
Lola
Anoche yo pensaba en lo efímero de nuestra existencia, Lola. Hoy estás y mañana ya no. Qué tristeza... Aún así, merece la pena vivir la vida, disfrutar de todo lo que nos rodea: la familia, los amigos, los compañeros de trabajo... De todo.
ResponderEliminarUn abrazo, guapa.
Mari Carmen
La vida sigue, pese a todo...se hace por momentos muy arduo seguir, pero hay que insistir. Por los que se van, por los que quedan, por nosotros...
ResponderEliminarUn abrazo ...y a no decaer.
Este sábado estuve en Segura de la Sierra, en Jaén, que se disputa con Paredes de Nava(Palencia) ser la localidad de nacimiento de Jorge Manrique, el poeta de las Coplas por la muerte de su padre. Y dado el tema de que hablas, Lola, me ha recordado muy mucho a este poeta, sobre todo por ese poema de:
ResponderEliminar"Recuerde el alma dormida
avive el seso y despierte
contemplando
como se pasa la vida
como se viene la muerte,
tan callando;
cuán presto se va el placer,.... "
etc, etc.
Bueno, pues eso ya sabemos que es la vida, la muerte,.. y todo lo que nos rodea: días de cabreo monumental(que, por cierto, cuando se pasa, siempre nos preguntamos: ¿merece la pena?; para llegar a la conclusión de que no, no merece la pena... hasta el siguiente cabreo, claro); días impagables de felicidad; lloros y risas, alegría y tristezas,...
Saludos.