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Cada mañana nos levantamos, desayunamos casi mecánicamente, escuchamos lo último que dice la radio sobre tal o cual político - medidas salvadoras y esperanzadas, hambruna en todas partes - y salimos a la calle con un solo pensamiento: coger el coche, llegar al trabajo y desear que la mañana, la tarde o la noche pase pronto: para después perdernos en el sofá y soñar o maldecir, depende ya de cada cual.
Hasta que suena de nuevo el despertador y comienza otra vez la rutina diaria....
Antes, por las mañanas, al cruzarnos con alguien, siempre se daban los buenos días - al barrendero, al del periódico, a Tomás el del bar - y ahora... nada. No sabemos si en ese instante de cruzarnos con alguien, al darle los buenos días, le puede cambiar la suerte. Desconocemos si la persona que viaja al lado en el autobús esta mal o bien y, ¿quien sabe?, quizás un buenos días, le cambiaría la vida.
Hace poco escuché a dos personas hablar. Lo que decían se refería a hace mucho tiempo, de cuando aún la juventud estaba con ellos y no había dejado paso a las primeras canas. Uno de ellos hablaba de cómo un día de verano, en una playa, ayudó a un joven imberbe, accidentado, con un mal corte en un mal sitio y mientras los demás se alejaban, el acudió en su ayuda. Su gesto no fue algo extraordinario, tan sólo se limitó a hacer lo que la conciencia o la lógica le dictaba: auxiliar de la mejor manera que supo, nada más. Luego el tiempo borró todo recuerdo, y vinieron los quehaceres de esta vida: trabajo, vivencias, amigos nuevos, batallas libradas, risas y amaneceres.
Un buen día, seguía contando uno de estos dos hombres que conversaban, le presentaron a otra persona.
-Yo te conozco, no de ahora, sino de hace tiempo, le dijo.
-No sé..., contestó el hombre.
-¿No recuerdas una playa? ¿un verano de hace mucho?...
Contó que cuando lo atendieron en el dispensario, le dijeron que la herida era mala, por el lugar donde estaba. Le hablaron, igualmente, de lo afortunado del auxilio.
-Aún tengo la marca, que me recuerda cada día lo efímero de la vida.
Perplejo se quedó el hombre cuando supo de aquel hecho que ya no recordaba, y de paso yo también...
Pensamos que estamos solos, que somos dueños de nuestros actos, pero lo que no sabemos es el alcance de cada paso que damos, de cada palabra, de cada gesto y quién sabe, si todo puede comenzar con un solitario, buenos días, una mañana de verano o de otoño.
Lola
Lola, parece que anoche nuestros pensamientos se cruzaron. También a mi me inspiró lo efímero de la vida. Me encanta que estemos unidas, al menos por las palabras. Un beso.
ResponderEliminarY cuánta razón tienes, hermana. Una simple sonrisa, te puede alegrar todo un día.
ResponderEliminarUn beso
Mari