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Hace ya mucho tiempo, cuando mis padres eran más jovenes y yo aún no estaba casada, oí decir a mi madre que cuando se retirara mi padre, su ilusión era tener una casa, en el pueblo, Nueva Carteya, con un patio lleno de flores, y unas cuantas gallinas.
Cuando me hablaba de ello, me la imaginaba, con su delantal puesto, en un patio lleno de geranios rojos y rosas, llamando a las gallinas y echándoles de comer:
-Pitas, pitas, pitas, pitas...
Mientras estas venían veloces al oír la voz de mi madre, yo estaba allí, disfrutando de la escena, o ayudándola divertida.
He vivido este ambiente, de casa de pueblo, con sus patios y sus animales, de niña, cuando íbamos los veranos a casa de mis abuela paterna y mis tíos. Ellos tenían gallinas y me gustaba verlas ir de un lado para otro, picoteando allí y allá y oír sus cacareos.
Hoy un amigo, que vive en un pueblo de la sierra gaditana, me ha enviado unas fotos de sus 3 gallos y 18 gallinas, de las cuales está orgulloso, que le proporcionan huevos grandes y sabrosos. Y yo le agradezco que las haya compartido conmigo.
Me gusta este ambiente rural, tranquilo, con olor a campo, con sabor a pueblo.
Lola
jajaja, pobres pollos. Me acuerdo una vez de las que fuí a Carteya, que la tita había comprado pavos, así todo pequeñitos, iban de un lado para otro, todos juntitos, eran encantadores, jajaja,es verdad, que son recuerdos entrañables
ResponderEliminarLola
Y a mi me encantaba ir a Carteya porque la abuela tenía el corral lleno de animalitos, ¿te acuerdas del burro que tenía el abuelo Miguel? Y había gallinas, y cerdos, y conejos, y pavos. Era como tener un pequeño zoo en casa. Lo peor era cuando tenía que matar alguna gallina, y la abuela le retorcía el pescuezo. Después nos daban la sangre y los menudillos fritos, que estaban riquísimos.
ResponderEliminarLástima que todo aquello se acabó.
Un beso
Mari
Siii, ese burro, lo recuerdo atado a la puerta...y gatos, siempre había gatos
ResponderEliminarLola