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Esta mañana he vivido dos escenas que no pueden ser más opuestas.
Por un lado, me he topado con una de estas cristianas chifladas que se me meten en los vagones y que, aprovechando que la gente no puede moverse, se dedican a intentar meternos por las orejas sus proclamas misioneras, amenazando a todo el mundo con la hoguera si no hacemos caso de la palabra de Dios. Una retahíla de frases manidas que subían de tono conforme la mujer se iba envalentonando.
En cuanto la sentí, al fondo del vagón, me empezó a entrar una cólera sorda que crecía al mismo ritmo que su palabrería de beata. Me marché de allí a escape. Recorrí varios vagones, con la esperanza de que cuando llegara a donde yo me encontraba, ya me hubiera bajado. Pero no hubo suerte, se puso a mi lado y tuve que marcharme de nuevo, hacia otro lugar del tren, para no terminar estrangulándola.
No lo soporto. Las detesto. No porque no puedan expresar lo que les venga en gana, sino porque lo hacen sabiendo que no podemos marcharnos y tampoco, en aras de la buena educación, mandarlas a la mierda, que es lo que realmente a más de uno, y más de dos, nos hubiera gustado hacer en ese momento.
Vamos, lo que nos faltaba, que a las 9 de la mañana viniera ella a decirnos que si no seguíamos la palabra de Dios íbamos a quemarnos en el fuego del infierno, como si no estuviéramos instalados cómodamente en él desde hace tiempo...
Afortunadamente, minutos después, en otro tren de metro he visto una escena de lo más relajante: una joven china cosía a punto de cruz un bello cuadro campestre. Daba largas puntadas con hilo verde y, de vez en cuando, levantaba la vista del tapete para dirigirla al papel guía. Me encantó la placidez que tenía aquella mujer en el rostro. No es normal que alguien vaya haciendo calceta o cosiendo en el metro, y por eso, por lo inusual, me pareció encantador.
Mirándola, el infierno quedó atrás. Le ganó la partida un trocito de paraíso.
Mari Carmen
No me imagino tener que soportar diariamente el bullicio del transporte público. Afortunadamente mi trabajo no está tan lejos de casa.
ResponderEliminarEn mi tierra (canarias) desgraciada o afortunadamente no tenemos metro, ni tren....pero sí, guaguas (o autobús como dicen ustedes) y como aquí los trayectos son cortos pues no da tiempo a oír la charla de la típica beata que pretende que sigamos su religión. De todas maneras yo siempre me desplazo a mi trabajo en mi coche, relajada con mi música jeje. Hola!! aún no me he presentado jeje...soy karmen y me he pasado por vuestro blog,,, y decir que me encanta....bss
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