Era en semana santa, y era la costumbre en ese día el
salir al campo a merendar. Mi madre nos preparaba la merienda: bocadillos de
tortilla de patatas, fruta y un huevo duro para cada uno.
Salíamos con los demás niños del cuartel, bajábamos
hacia el río y buscábamos un lugar al lado de la ribera. Explorar los
alrededores, sentir la frescura del agua, correr y jugar al escondite, abrían
el apetito. Unos bocadillos que nos sabían a gloria, y el huevo duro que
pacientemente mi hermana había dibujado y coloreado, y que con todo mi pesar
tocaba jugar con él a hacer carreras hasta que se rompía la cáscara y había que
comérselo. Tardes que se convirtieron en momentos inolvidables.
Como todos los años, cuando llegan estas fechas, en el
supermercado vemos huevos de pascua de chocolate y sentí curiosidad unido al
recuerdo de mi niñez, de saber el porqué de esa costumbre.
Y es que antiguamente al llegar la Cuaresma no estaba
permitido comer huevos y para conservarlos los embadurnaban con cera líquida.
Al llegar la Pascua la gente regalaba huevos a sus familiares y
amigos. Esta tradición se convirtió en la costumbre de pintar huevos y
regalarlos.
Este año, evocando aquél bonito recuerdo, he decidido
hacer mis huevos de Pascua, de manera simple, decorándolos con esmalte de uñas,
que es lo que tenía más a mano, pero otros años los pintaré con temperas de
colores llamativos, y será una bonita costumbre más al llegar la Semana Santa.
Lola
Sii, es verdad, que buenos tiempos.Otro beso para ti.
ResponderEliminarLa verdad, que en cuanto he comenzado a leer en seguida me ha venido a la cabeza Coca (Segovia), con su rio el Eresma, los chapuzones que nos dabamos y me acuerdo de ir a por cangrejos, con Pedro Carlos, Dioni y Mariano, que bien lo pasabamos.
ResponderEliminarLola un beso