viernes, 30 de septiembre de 2011

Caminos de agua

La Pedriza. Madrid

Aquí no hay mareas que le canten sus canciones a las barcas varadas junto a la orilla. Y no se levanta polvo al dejar nuestras huellas sobre la tierra reseca. No hay gorriones que picoteen los granos que transporta el viento, ni siquiera un ruido de peñuzas o balidos que nos regale su eco. 

Aquí tan sólo reposa la piedra que lame y pule la corriente, el alga que tapiza el lecho del río, el pez de plata que juega con la espuma del torrente, el arbusto donde la perdiz oculta su nido... 

Es de agua, y no de barro, este sendero que pasa y corre y se pierde entre quebradas, bosques y praderas bañadas de rocío.

Mari Carmen 

jueves, 29 de septiembre de 2011

Más allá de nuestras fronteras

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Viena. Austria

Paseando por una calle vienesa, me encontré con este bar. Seguramente algún gaditano, nostálgico de su tierra, le puso el nombre para sentirse más cerca del terruño. Para el español, el andaluz, que llega de visita a la ciudad de Sissí, siempre es agradable encontrarse con algo que le recuerde que, a pesar de la distancia, Cádiz está cerca, aunque en este caso no se sienta la brisa del mar sino los aires del Danubio que vienen de la mano de las notas de un vals.

Mari Carmen
 

martes, 27 de septiembre de 2011

La Bermeja, y nuestra calle: la playa

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Mis padres, Juan, Lola y Mari
Cuartel de La Bermeja. Fuentebravía. Cádiz


Cuando hace unos días vi lo de este jueves un relato, con el tema "mi calle" pensé en describir la mía, pero como desde que nací hasta mis 23 años, he vivido en varios lugares, hice un recorrido por todos ellos y al final me dije, ¿porque no hablar de la Bermeja? en Fuentebravía. Allí nuestra calle era la playa.

Situada al lado de la base americana de Rota, el cuartel de la guardia civil donde vivíamos distaba de la playa sólo unos escalones y unos jardines llenos de plantas con flores y hojas verdes, que a mi me encantaban por su color tan llamativo, el color púrpura, las uñas de leon.
 
Sé que viví un año allí porque mi familia me lo confirma, pero tengo mas recuerdos del verano que del invierno. Las fotos que nos hicieron, me ayudan a mantenerlos vivos. 

Nos pasábamos todo el día en la playa, en bañador y descalzos. Me gustaba hacer castillos de arena con grandes fosos, que llenaba de agua y decoraba con conchitas, casas de arena, donde separaba con muros, la cocina, el comedor... 
 
Dibujar grandes caracoles, y entrar corriendo, para luego volver a salir, enterrarnos en la arena, buscar conchas y caracolas, jugar entre las rocas, y coger camarones y lapas, buscar cangrejos y chirlas.

Me gustaba ir por la orilla, buscando pequeños tesoros, que arrojaba el mar, desde un caballito de mar o una estrella, a una pelota, una cuchara...

Al atardecer, cuando ya se ponía el sol, dábamos grandes paseos con mis padres.

Del invierno tengo pocos recuerdos, pero sí que hubo un gran temporal. El mar arrojó madera, y parte de ella sirvió para hacer una gran hoguera, que fue nuestra distracción aquella noche. La otra parte de esa madera serviría para construirnos casitas.

¿Quién en su calle, al salir de casa se puede encontrar un gran portaaviones, helicopteros aterrizando en la arena, o grandes aviones casi rozando nuestras cabezas?

Asi era nuestra calle, de día, con un mar de un azul intenso, arenas finas y doradas, casetas de colores, de barcas descansando en la arena, de flores de color púrpura, rodeada de montes y pinos...y por la noche, con luces que brillaban a lo lejos, las luces de la bahía de Cadiz, que te hacían soñar con otras ciudades, con otras gentes...
 
Lola

lunes, 26 de septiembre de 2011

Con V de Victoria

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Este fin de semana he conocido a una jovencísima damita. Es la pequeña Victoria, la hija de un sobrino. La familia, crece, afortunadamente. 

El fin de semana ha transcurrido entre Hospitalet y Barcelona. Tiempo hacía que no paseábamos por Barcelona, pero el sábado, con la excusa de las fiestas de La Mercè, he podido caminar por la Plaza de Cataluña, ver la cabalgata de gigantes y cabezudos, tomar un bocadillo de jamón con tomate junto a la catedral, y confundirnos en un río de gente que iba y venía, disfrutando del ambiente. Un ambiente festivo donde era estupendo ver las caras de los niños, sus risas, sus gestos de sorpresa...

Barcelona es una ciudad tan bonita que tengo ganas de pasar allí varios días, y poder descubrir todos esos rincones que aún no conozco, e ir a la playa, pues tampoco he pisado su arena.

Ahora, con el AVE, es una maravilla subir en Madrid a las 8 de la mañana y estar en Barcelona a las 10:45. Es caro, cierto, pero tampoco uno va a Barcelona todos los días, por tanto... merece la pena, el viaje y pagar lo que cuesta el billete.

No sé cuándo volveré a Barcelona, pero al menos este fin de semana que ha pasado, me he divertido. Y eso es lo que me importa.

Mari Carmen

viernes, 23 de septiembre de 2011

El fuego del infierno vs el punto de cruz

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Esta mañana he vivido dos escenas que no pueden ser más opuestas.

Por un lado, me he topado con una de estas cristianas chifladas que se me meten en los vagones y que, aprovechando que la gente no puede moverse, se dedican a intentar meternos por las orejas sus proclamas misioneras, amenazando a todo el mundo con la hoguera si no hacemos caso de la palabra de Dios. Una retahíla de frases manidas que subían de tono conforme la mujer se iba envalentonando. 

En cuanto la sentí, al fondo del vagón, me empezó a entrar una cólera sorda que crecía al mismo ritmo que su palabrería de beata. Me marché de allí a escape. Recorrí varios vagones, con la esperanza de que cuando llegara a donde yo me encontraba, ya me hubiera bajado. Pero no hubo suerte, se puso a mi lado y tuve que marcharme de nuevo, hacia otro lugar del tren, para no terminar estrangulándola.

No lo soporto. Las detesto. No porque no puedan expresar lo que les venga en gana, sino porque lo hacen sabiendo que no podemos marcharnos y tampoco, en aras de la buena educación, mandarlas a la mierda, que es lo que realmente a más de uno, y más de dos, nos hubiera gustado hacer en ese momento. 

Vamos, lo que nos faltaba, que a las 9 de la mañana viniera ella a decirnos que si no seguíamos la palabra de Dios íbamos a quemarnos en el fuego del infierno, como si no estuviéramos instalados cómodamente en él desde hace tiempo...

Afortunadamente, minutos después, en otro tren de metro he visto una escena de lo más relajante: una joven china cosía a punto de cruz un bello cuadro campestre. Daba largas puntadas con hilo verde y, de vez en cuando, levantaba la vista del tapete para dirigirla al papel guía. Me encantó la placidez que tenía aquella mujer en el rostro. No es normal que alguien vaya haciendo calceta o cosiendo en el metro, y por eso, por lo inusual, me pareció encantador.

Mirándola, el infierno quedó atrás. Le ganó la partida un trocito de paraíso.

Mari Carmen

jueves, 22 de septiembre de 2011

De tartas y otras dulzuras

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- Esta tarde tocaba hacer la compra, así que he ido al supermercado y, entre otras cosas, he comprado una tarta pequeña de chocolate. Al llegar a casa me he comido un trozo... ¿Tu crees que debo preocuparme por mi peso?

- Pues... no sé... ¿Estaba muy rica la tarta?

- Mejor que la del cumple de tu hermano...

- Pues entonces... te toca estar tres días a base de puré de puerros y zanahorias, por lo menos...


Mari Carmen

martes, 20 de septiembre de 2011

Un día que no olvidaré


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Suena la alarma. Son las seis y media de la mañana.

Trabajo en un centro de alzheimer. Hoy toca jornada de turno partido (de 7:30-11, de 17:30-22.00). Después de las primeras tres horas y media, me tomo un café con mis compañeras de turno, para luego ir al super y comprar. Queremos hacernos unos bocadillos, porque hoy hemos decidido ir a la playa, y almorzar allí.

 Playa de San Fernando. Cádiz

Ni que decir tiene que el día acompaña. El viento está en calma. Una vez en la playa, puesta de la sombrilla y las hamacas. Tras quitarnos la ropa, nos vamos a bañar.

 San Fernando
 
El agua está fría pero nos reconforta. Sólo un baño para refrescarnos y sentarnos a tomar el sol. 
Esto es vida, decimos, mientras conversamos alegremente.

 San Fernando

Después de dos horas y otro baño más, esta vez más duradero, me resisto a salir del agua. ¡Qué maravilla! Ojalá pudiera disfrutar más a menudo de este paraíso.  
Almuerzo: bocadillo de chorizo y un par de hermosas ciruelas. Tenemos un invitado para comer, que se nos acerca, cada vez más y nos pía descaradamente. Debe vernos como iguales. Le tiro un trozo de pan, que se zampa en un santiamén. Me pide más, entre risas y gritos de una de mis compañeras, que ve acercarse a la gaviota.




Me encantan las gaviotas. Esta debe de ser una cría, y nuestra playa tiene el encanto de poder compartir la orilla con ellas.

De vuelta a casa, ducha, un descanso de apenas un par de horas y vuelta al trabajo. Nuestra jornada de trabajo debe continuar, atendiendo a los familiares, dando de cenar y acostando a los abuelos. 

Son las diez. Termina el turno por hoy.

Ya en casa, cansada, escribo estas palabras. Estoy feliz, pienso, esto sí que es un día bien aprovechado. Un día que no olvidaré. 

Lola

domingo, 18 de septiembre de 2011

El río de la vida



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Señorío de Bertiz. Navarra

El río de la vida nos lleva por orillas distintas. A veces, un frágil puente permite un contacto, leve, casi un sueño, pero el río se ensancha de nuevo, sigue su camino hacia lo desconocido, y nosotros permanecemos en nuestra ribera, con la esperanza de que el agua baje, se remanse, y así poder vadearlo.

En ocasiones, muy raras, sucede.

En otras, la mayoría, las aguas nunca son lo suficientemente mansas, ni los puentes lo bastante sólidos, como para permitir cruzar al otro lado. 

Y el río sigue su curso, y nosotros caminamos junto a él, sin poder alcanzar la otra orilla. 


Mari Carmen

viernes, 16 de septiembre de 2011

Mareas vivas

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Marea viva es la que se forma cuando estan alineados el sol, la luna y la tierra, lo cual provoca mareas altas y fuertes, capaces de arrastrar todo a su paso. Son más frecuentes de lo que parece y esa noche hubo una. No dejó nada roto a su paso, pero se llevó lo que nunca más me haría falta: la tristeza.
Llevaba un tiempo aquí y, es curioso, cuando quieres estar lejos de todo, cuando le das la espalda y decides que la humanidad se quede fuera de tus puertas, ésta se empeña en que regreses como si te echara de menos. Un día cambias y decides abrir de nuevo la puerta. Es simple: alguien llama, tu abres y ahí está.
Y allí estaban sus ojos verdes - me traía un pedido, como siempre - pero fue distinto esta vez, algo me hizo reparar en ella, algo que jamás vi antes, un sonrisa, un tímido, ¿quieres tomar algo? y un , nada más, al temor de perder ese instante. La invité a cenar, y ella aceptó.
Caía la tarde. El mar calmo, y yo, como un quinceañero nervioso, me metí en la cocina. Despacio, preparando cada plato, cada esquina de la mesa. La luz de las velas acariciaban las paredes, iluminando cada rincón de mi alma. Me había enamorado de esos ojos verdes, de esa sonrisa, y quería regalarle una noche, una vida.

 
Estaba preciosa - fue mi primera cita. Un comienzo. Nunca había preparado una cena como esta para nadie. Nunca sentí el deseo de hacerlo, pero con ella, fue algo especial.

Sí, estábamos nerviosos como dos adolescentes. Hablábamos de cosas sin importancia. Nos reíamos y nos mirabamos. Mi mundo, cada vez más lejos, se iba desmoronando y, la verdad, poco me importaba. En esa noche amanecía dentro de mí la vida.
Y al roce de su piel, subió la marea viva. Estallaron mil sensaciones.. Nos amamos, como nadie se había amado hasta entonces. Fuimos una piel, un corazón palpitando ....
La luna cubría su cuerpo. La luz la hacía hermosa, y juré amarla para siempre.
Amanecía despacio y pensé que había sido un sueño, que jamás ocurrió, que tanta felicidad no había existido, que fue un espejismo, que volvería de nuevo a mi vida y que todo acabaría pasando, pero no fue así, ella estaba a mi lado, dormida. Era hermosa. Me acerqué, sin querer despertarla, despacio,  y le susurre: 

 Te quiero, mi niña , te quiero...

miércoles, 14 de septiembre de 2011

¿A quién pertenece el mar?

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¿Quién, alguna vez, no ha pensado que el mar le pertenece? Esas madrugadas de sal y cálida brisa, el agua mansa susurrándole a la arena sus lamentos y sus alegrías... El solitario las espera, las vive, y debe creer, sin duda, que todo es suyo, desde el faro cuya luz languidece con los primeros rayos de sol, hasta la gaviota que rebusca su alimento entre las algas podridas, y tanto es así, que algún otro paseante ocasional suele ser visto como un intruso, que penetra en su reino rompiendo la magia del momento.

Mientras tanto, antes de que la luz rasgue la negra seda de la noche, la playa sigue virgen de pasos perdidos y tan sólo la respiración del universo se acompasa al vaivén de las olas.

Eso... y los gritos festivos de las sirenas, y el dulce canto de las caracolas.

Mari Carmen

martes, 13 de septiembre de 2011

La familia pingüino


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Como todas las mañanas, después de un buen aseo y un buen desayuno, la familia  pingüino salía a tomar el sol. Se ponían todos en fila, porque ellos eran muy ordenados, nada de amontonarse, no, y así podían ver cómo iban llegando unos - no sabían de qué especie - animales que todos los días pasaban por allí.

Unos eran altos y otros eran pequeños. Los había gordos y más delgados. Algunos más jovenes y otros más viejos. Pero todos, todos, eran igual de escandalosos.


- Venga, venga, al agua, al agua, vamos, vamos... 

Llevaban una especie de piedra pequeña y rectangular, que podía ser de varios colores, negra, blanca o rosa... con la que se acercaban a sus cabezas, y después de unos segundos, salía un destello y un ruido, que sonaba a  un  click. 

Los pingüinos se divertían al ver aquellos animales tan curiosos, hasta que se cansaban de escuchar tanto jaleo y se iban a bañar. Eso sí, uno a uno, y luego vuelta a la fila, porque ellos eran muy ordenados...

Lola

lunes, 12 de septiembre de 2011

La sirenita de Ribadesella

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La sirenita Virginia


Cuentan las gentes de Ribadesella que un buen día apareció una bella sirenita, sentada en la playa. Todos quedaban admirados al verla, su preciosa cola, su pelo negro adornado de corales verdes, su piel morena con destellos de luz, sus ojos dulces...

Ella miraba orgullosa a todo el que pasaba por allí. Al principio se sentía distante pero, poco a poco, se dejó fotografiar por algún que otro lugareño.

Después de aquel día, nunca la volvieron a ver, pero su recuerdo quedó para siempre en el lugar.

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En recuerdo de un día feliz, con mis hijos

Lola

domingo, 11 de septiembre de 2011

Esa fe que nos (c)alienta...

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  Photographer: Eliot Elisofon

Las charlas comenzaban a primeros de noviembre y Geno siempre llegaba puntual. Entraba, recogía en una bolsa todos los folletos, los fascículos, los periódicos gratuitos, que aquel Grupo de Nuevos Cristianos a diario le ofrecía, y se quedaba, muy atento, escuchando rezos y discursos.

Así, una semana tras otra, desde noviembre hasta primeros de junio. Todos alababan su gran religiosidad, su inmensa fe.

Geno pensaba que para calentarse las manos, ya que no había leña, al menos... que hubiera papel.

Mari Carmen

sábado, 10 de septiembre de 2011

Esta noche, no.


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No. Hoy no pienso abrir mi ventana a la noche desbocada. Esta noche, no. No voy a dejarme seducir por esa luna que zalamera me llama, ofreciéndome una diadema de falsas estrellas; ni siquiera me dejaré engañar por el brillo de Venus, o de Sirio, o de cualquier otro lucero ocioso que recorre el cielo, distante y pretencioso.

Esta noche no les ofreceré mis anhelos, ni mis sueños. Me quedaré tras los postigos, oculta por la tibia oscuridad.  Nada quiero que me importune, nada que me distraiga mientras voy tejiendo esta tela de araña con mi tristeza, mi ansiedad.

Esta noche no dejaré que la luz me haga vulnerable, que exponga mis deseos e ilumine mi alma. Esta noche con mi soledad me basta.

Mañana...

Ya veremos mañana...

Mari Carmen


viernes, 9 de septiembre de 2011

De bosques y senderos


Bosque al norte de Oslo. Noruega

De todos los tipos de bosque que existen, mi preferido es el llamado de galería. Crece alrededor y por encima de los ríos y riachuelos, los envuelven como si formaran una gran bóveda verde. Árboles bajos o arbustos, lo acompañan en casi todo su recorrido, jalonando cada vuelta que da o cada roca que dicta su rumbo. 

Yo he conocido varios. Los hay frondosos, con un recorrido más difícil, o más clareados, que hacen del sendero un paseo agradable, sobre todo al caer el otoño, donde el verdor predomina sobre el resto. 

Son hermosos de verdad, ya estén junto al mar o en plena sierra. Son una maravilla que merecen ser contemplados y disfrutados. Un espectaculo de la naturaleza, cada uno con sus senderos que fueron rutas de comercio importantes, con los puentes romanos, que te hacen imaginar cómo sería si los siguiéramos hasta su destino. 

Algunos se asemejan a laberintos, pero en cada vuelta parece que se asomara alguien ataviado con ropajes antiguos y su mula cargada de mil y una mercaderías con las que hacer negocio; quizá amantes ocultos a los ojos de todos, leves instantes de amor robados; o paisanos y paisanas, deambulando con ropa para lavar o leña para el fuego.
Uno de mis preferidos es el que discurre entre Benamahoma y El Bosque, en la provincia de Cádiz. Comienza el sendero junto a una piscifactoria y nos adentra en un inmenso vergel formado por riachuelos y pozas  donde refrescarnos. Es idílico hacerlo en primavera u otoño, pues es cuando ofrece su mejor espectáculo: luz, color y armonía te llevan a lo largo de todo su trazado.
Hay leyendas de seres fantásticos que los guardan. A veces descubrimos una piedra grande y tosca, de la cual dicen los lugareños que marca el sitio donde alguien guardó en tiempos remotos un tesoro. O un antiguo molino donde se fabricaba harina usando la fuerza de la corriente. Eran otros tiempos...

El sendero - unas veces llano, otras más escarpado - discurre paralelo al río, mezclándose con él, hasta desembocar al final en Benamahoma. Un trazado, qué duda cabe, hecho realmente para soñar.

Lola

jueves, 8 de septiembre de 2011

Playa de Fuentebravía, Cádiz

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Frente a mí... olas, espuma y bruma en el horizonte. 
El azul del cielo y el verde azulado del Atlántico gaditano.
Los pinares a mi espalda, dándome sombra, cobijo, tranquilidad, bienestar. 
Y paz. 
Los pinos, bañados de sol, cubrían todo el monte. Árboles menudos, con aliento de resina y ramas habitadas de arañas diminutas, orugas y hormigas. 
A su alrededor, en el suelo, una maraña de agujas muertas, resecas, podridas. 

Todo, todo representándose para mí, ante mí, día tras día, semana tras semana en aquel teatro tan particular. Y yo allí, la primera, la única, abarcándolo todo, absorbiéndolo todo a través del corazón, de la piel, de unos ojos que miraban sorprendidos una escena extraordinaria, siempre distinta, por siempre mágica.
En aquella, nuestra playa.
Mi playa.

Mari Carmen

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Dulce condena


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Intenté olvidarte, mil veces. Le grité al sol  y a la luna que tu amor me comía por dentro, haciéndome enloquecer al no tenerte. Exhausto, tendido en la arena, acunado por la brisa y el mar, decidí abandonarme por siempre al calor de tus labios, al olor de tu piel y a la cárcel de tus manos. 

Mi condena sería amarte hasta el fin de mis días.

Dulce condena, y preciosa carcelera.

martes, 6 de septiembre de 2011

Mensajero del viento

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 Louis-Emile Pinel de Grandchamp.


Fresca brisa, sándalo perfumado,
tu aliento, tu risa,
tu rostro amado que voló
y aún no ha regresado,
¿hasta dónde te llevó tu caballo alado?

Mensajero eres del viento,
cultivador de palmeras
de mi imaginario desierto.

Que suenen los cascabeles,
que el muezzin se despierte
y con la oración
conjure a la negra muerte.

Que el ruiseñor hasta mi ventana
vuele anunciando tu llegada
y deje oír su trino dorado,
cuando atravesando el tiempo,
las montañas y los lagos,
te acerques hasta esta torre
donde mi corazón aguarda,
confinado,
aguantando este dolor.

Que yo siempre te he esperado
y te sigo esperando... 
amor.

Mari Carmen

lunes, 5 de septiembre de 2011

El bosque en sus ojos

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Bosque en el norte de Oslo. Noruega


Después de tanto dormir - sueño alejado y oscuro - aprendí a ver el bosque en sus ojos verdes y limpios. Me enseñó cómo el amanecer levantaba la calima en ellos, cómo dejaban paso a la luz más intensa, desterrando, con sólo un parpadeo, mis temores más ocultos, dando sosiego a mi alma maltrecha y seca.

Sí, aprendí a ver cómo el rocio alivia pesares y muestra un camino de arco iris. Buscaba en ellos arroyos de agua fresca donde saciar la sed de amar; cómo el agua mojaba piedras y buscaba cobijo en las ramas que sobre ellos caían. Y me mostró cómo la tenue y cálida luz de la luna los adormecia y acunaba, y con ellos mil besos y mil caricias robadas.

Y cae la noche. 
Y llega la lluvia.
Y no quiero perderlos, porque eso sería volver al abismo, volver a la nada.

Lola

domingo, 4 de septiembre de 2011

En el parque, con Benji

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Desde hace un par de semanas, cuando trabajo de mañana y no tengo que ir a gimnasio, o estoy libre, como hoy, me gusta ir a pasear, al parque del Oeste. Está situado a la entrada de San Fernando, y a lo largo de un kilómetro y medio se puede disfrutar de plena naturaleza.



Me gusta ir a allí. Me encanta ver como la gente disfruta, algunos pasean, otros corren, otros van a merendar, o simplemente sentados en el césped, charlan tranquilamente. 

Antes, había un letrero que prohibía pasear perros, pero ya no está, con lo cual, tambien podemos ver perros, paseando o jugando, con sus dueños.

Esa misma experiencia quería sentir yo, con mi perro, Benji, verlo correr y jugar por el lugar.

Así que esta mañana, sin pensarlo dos veces, me aventuré a ir con el ya que a esas horas suele haber menos gente.



Durante el recorrido, estaba nervioso, por no conocer el lugar, mirando y oliéndolo todo. Benji tiraba de mí. Más bien se diría que él me llevaba, en vez de yo a él.

Como la ocasión lo requería, intenté hacer una buena sesión de fotos. Al principio, no fue muy fructifera, y eso que puedo decir que le encanta que le echen fotos, pero al final mereció la pena. Sólo unos minutos jugando en el cesped, y conseguí las fotos que quería.

Ya en casa, cansaditos los dos, pero satisfechos, Benji se ha sentado cerca de mi, y mientras escribo estas lineas, lo miro y le digo...

-Habrá más paseos por el parque, Benji, ya lo creo que sí...

Lola

viernes, 2 de septiembre de 2011

Un día más


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Un día lluvioso. Después de días con altas temperaturas, viene como caído del cielo, nunca mejor dicho. Habiendo trabajado de mañana, tengo la tarde libre. Una tarde ideal, para quedarse viendo la novela, montar las dos sillas que me quedan del salón - ¡sí!, ¡lo estoy renovando! - o intentar escribir algo que poner en el blog.

Pero hoy es jueves y toca gimnasio. Sólo voy dos días a la semana, el otro es el martes.

Después de venir, medio muerta tras una hora intensa, en las que nos han matado a abdominales, pero satisfecha de saber que he cumplido con mi deber, como recompensa, en la cena, de postre, me he comido un helado.

Lo mejor... que mañana mi turno de trabajo es de tarde, no tendré que levantarme a las 6.30, podré ver la tele con mis hijos, y como cada noche, antes de dormir, ya en mi cama, leeré las entradas de los blog de mis amigas. 

Lola