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Marea viva es la que se forma cuando estan alineados el sol, la luna y la tierra, lo cual provoca mareas altas y fuertes, capaces de arrastrar todo a su paso. Son más frecuentes de lo que parece y esa noche hubo una. No dejó nada roto a su paso, pero se llevó lo que nunca más me haría falta: la tristeza. Llevaba un tiempo aquí y, es curioso, cuando quieres estar lejos de todo, cuando le das la espalda y decides que la humanidad se quede fuera de tus puertas, ésta se empeña en que regreses como si te echara de menos. Un día cambias y decides abrir de nuevo la puerta. Es simple: alguien llama, tu abres y ahí está.
Y allí estaban sus ojos verdes - me traía un pedido, como siempre - pero fue distinto esta vez, algo me hizo reparar en ella, algo que jamás vi antes, un sonrisa, un tímido, ¿quieres tomar algo? y un sí, nada más, al temor de perder ese instante. La invité a cenar, y ella aceptó.
Caía la tarde. El mar calmo, y yo, como un quinceañero nervioso, me metí en la cocina. Despacio, preparando cada plato, cada esquina de la mesa. La luz de las velas acariciaban las paredes, iluminando cada rincón de mi alma. Me había enamorado de esos ojos verdes, de esa sonrisa, y quería regalarle una noche, una vida.
Estaba preciosa - fue mi primera cita. Un comienzo. Nunca había preparado una cena como esta para nadie. Nunca sentí el deseo de hacerlo, pero con ella, fue algo especial.
Sí, estábamos nerviosos como dos adolescentes. Hablábamos de cosas sin importancia. Nos reíamos y nos mirabamos. Mi mundo, cada vez más lejos, se iba desmoronando y, la verdad, poco me importaba. En esa noche amanecía dentro de mí la vida.
Y al roce de su piel, subió la marea viva. Estallaron mil sensaciones.. Nos amamos, como nadie se había amado hasta entonces. Fuimos una piel, un corazón palpitando ....
La luna cubría su cuerpo. La luz la hacía hermosa, y juré amarla para siempre.
Amanecía despacio y pensé que había sido un sueño, que jamás ocurrió, que tanta felicidad no había existido, que fue un espejismo, que volvería de nuevo a mi vida y que todo acabaría pasando, pero no fue así, ella estaba a mi lado, dormida. Era hermosa. Me acerqué, sin querer despertarla, despacio, y le susurre:
Te quiero, mi niña , te quiero...