domingo, 4 de diciembre de 2011

El té de las Mil y Una Noches

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La tarde era fría y lluviosa. Desde el sofá y bajo una manta, le gustaba mirar como él elaboraba el té en la cocina. 

Encendía el fuego, ponía a hervir agua, echaba una pizca de canela y la estancia se llenaba de este aroma suave e intenso, que le hacía recordar la leyenda de las Mil y Una Noches. 

Después preparaba una especie de huevo metálico y diminuto, le añadía dos cucharaditas de té aromático, lo ponía en el vaso y echaba el agua hirviendo desde una cierta altura, para que formara una leve espuma, se llenara de aire y se realizara la mezcla. 

A continuación, tapaba el vaso unos dos minutos, venía hacia ella y la besaba una y una vez más. De regreso al té, lo destapaba, sacaba el huevo, lo aireaba... 

Ahora, la esencia del té dormía en el vaso.

Y con la taza de té entre las manos, ella lo saboreaba lentamente, disfrutando de cada minuto, convirtiéndose de esta manera en un momento inolvidable.

Lola



2 comentarios:

  1. Maravilloso momento. Tu abrigadita y mimada. Entre sorbo y sorbo, un beso más dulce que la miel. Qué felicidad! Un abrazo.

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  2. un placer pasear por unas palabras llenas de dulzura. Me ha gustado mucho...
    aquí también se te echa de menos. UN beso prima. Cuídate y sigue escribiendo que lo haces con una exquisitez envidiable, al menos por mi parte.

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